EL MOVIMIENTO (2)

 

 

 

 

Este artículo es continuación de otro que encontrareis en publicaciones anteriores.

Hablamos anteriormente de la “memoria corporal”, ésta nos daba una reacción casi instantánea e involuntaria ante una determinada agresión, al ser esta reacción la primera ruptura de contacto con el oponente quizá sea la más importante pero no hay que olvidar la solución final de toda la ecuación. Una vez alcanzado el éxito con el primer movimiento volvemos a “encender” nuestra voluntad realizando esta vez un movimiento en el cual deberíamos dejarnos arrastrar por la inercia del oponente, por poner un sencillo ejemplo: nuestro contrincante es el mar y nosotros somos la embarcación que flota sobre el mismo, si el mar se desplaza nosotros nos desplazamos en la misma dirección, estaremos siempre desplazándonos con la marea y con la ola. Una manera clara de observar esto es en nuestro entrenamiento diario cuando, por ejemplo, se nos empuja intentando desplazarnos; en ese instante en el que la acción arremete contra nosotros con toda su violencia no deberíamos contrarrestarla oponiéndonos a ello (y aunque pudiésemos hacerlo se convertiría en la ley del más fuerte, malgastando gran cantidad de esfuerzo y energía además de dejar al azar el resultado, pues lo normal es desconocer las posibilidades físicas de nuestro oponente). Lo realmente importante sería “fluir”, dejándonos arrastrar de forma totalmente calculada por su fuerza hasta hallar un punto en el que podamos romper su equilibrio e inercia para aplicar la técnica adecuada (proyección, luxación, etc.).

Esta parte definida del aprendizaje físico es, desde mi punto de vista, la más complicada de asimilar. La dificultad reside principalmente en dos aspectos: vencer el instinto de oponerse y saber elegir la respuesta adecuada ante el movimiento del contrario. Vamos a imaginarnos al practicante realizando el desplazamiento inicial (parasimpático, como comentamos anteriormente), una vez obtenida la ventaja, tendrá un instante para observar la reacción del contrario, fluir con él y finalmente vencer su equilibrio para aplicar una técnica. Esta es la ecuación completa. No vale imaginar cómo nos van a atacar, hay que “sentir” el ataque, vivir el movimiento del contario y creo que, precisamente aquí, radica el secreto de las leyendas de maestros que conseguían anticipar el ataque; no se trata de algo paranormal sino que al practicar miles de veces las técnicas se consigue reducir los tiempos de reacción, el “ensamblado” con el oponente y la elección de la técnica. Más adelante, tras el estudio de innumerables oponentes podremos anticipar en décimas de segundo sus reacciones.

Pero, paradójicamente, no podemos solucionar  la ecuación anterior EFECTIVIDAD=REACCIÓN+FUSIÓN+TÉCNICA CORRECTA (¿recordamos todos yuri-modoshi/tai-sabaki/kaeshi-waza?), sin aplicar una curiosa variable mental que yo denomino “no-movimiento”.

Pongámonos en la mente del neófito: se mueve, se desplaza e intenta aplicar la técnica que en ese momento el sensei acaba de demostrar pero… ¿cuántas veces vemos gestos de negación con su cabeza?, ¿Cuántas otras su mirada perdida en el tatami intentando asimilar mentalmente el desarrollo técnico?

Esta inercia del movimiento mental es, si cabe, la parte más complicada de quebrar, lo puedo decir por propia experiencia y sin miedo a equivocarme. El movimiento de ideas, de intentar grabar en nuestra mente la técnica o de procurar anticipar la reacción del contrario genera un estado de ansiedad y nerviosismo que sin lugar a dudas bloqueará la correcta ejecución técnica. Esto sucede a la mente humana en infinidad de ocasiones (exámenes, problemas de relación, entrevistas de trabajo, etc.), es algo normal pues nuestro primitivo cerebro se anticipa a situaciones que son vividas como peligros potenciales; lo realmente grave es que esta situación puede derivar en un “bloqueo” general (ansiedad) que en la práctica de las artes marciales se traducirá en una dificultad añadida. Hablamos aquí de ansiedades, nervios, etc. pero no nos imaginemos si a esto le sumamos las sensaciones de odio, enfado, venganza…Cuando empecé a practicar mi maestro me repetía hasta la saciedad que no había nada peor que perder el control en cualquier enfrentamiento, daba igual los golpes o el daño recibido, si el vacío y el autocontrol no existen la puja está perdida.

Entonces, ¿cuál es la forma correcta de aplicar ese “no movimiento”?. Los antiguos maestros lo sabían muy bien, aplicar las correcciones justas en el momento preciso, hacer que el alumno no se sienta constantemente observado/examinado y multiplicar por miles las veces en la repetición de las mismas técnicas. Es curioso pero parece que la aplicación excesiva del movimiento físico tendrá como consecuencia la paralización de todo movimiento mental superfluo. Cualquiera que haya visto a un maestro oriental con una clase de 30, 50 o 200 alumnos habrá vivido esa situación en la que éste pulula sin prestar atención aparente ante la repetición incesante del movimiento, deteniéndose puntualmente unos pocos segundos en corregir una posición, un desplazamiento o una técnica determinada. Sin embargo, en un periodo relativamente corto de su dirección, sabrá perfectamente clasificar a sus alumnos, se olvidará de algunos nombres pero identificará con poco margen de error las virtudes y carencias de la mayoría de ellos.

Permítaseme llegado a este punto pedir disculpas de antemano, pues lo siguiente que escribo lo hago sin ánimo de reproche o corrección, sino como manifestación de diferentes experiencias.

En la sociedad occidental esta consecución del “no movimiento” es más difícil de conseguir pues empatizamos demasiado con la individualidad, tendemos a la corrección excesiva y sentimos al impartir una clase que, al tener la sensación de ser constantemente evaluados, debemos dar siempre al alumno lo que éste nos demanda. Siempre es bueno resolver las inquietudes de los alumnos pero sin dejar que éstas interfieran en el ritmo natural de la práctica. Es buena la variación técnica dentro del tatami pero muchos son los que fracasan cuando al impartir la enseñanza abandonan ese “no movimiento” propio permitiendo que la ansiedad, las ganas de agradar a todos junto con la aparición mental del ego se apoderen del control, dando lugar a clases totalmente erráticas y descontroladas manejadas por lo que los alumnos piensan que es mejor para ellos y no por lo que el docente realmente debiera enseñar.

Continuara…